quinta-feira, setembro 06, 2012

Alquimia del verbo (RIMBAUD)




A mí. La historia de una de mis locuras.
Llevaba largo tiempo alardeando de poseer todos los paisajes posibles y encontrando irrisorias todas las celebridades de la pintura y de la poesía moderna.
Me gustaban las pinturas idiotas, dinteles, decorados, telones de saltimbancos, emblemas, estampas populares; la literatura pasada de moda, latín de iglesia, libros eróticos sin ortografía, novelas de nuestras abuelas, cuentos de hadas, libritos infantiles, óperas viejas, estribillos bobos, ritmos ingeniosos. Soñaba cruzadas, viajes de exploración cuyo relato no tenemos, repúblicas sin historia, guerras de religión sofocadas, revoluciones de costumbres, desplazamientos de razas y continentes: creía en todos los encantamientos.
¡Inventé el color de las vocales! - A, negra; E, blanca; I, roja; O, azul; U, verde. - Ajusté la forma y el movimiento de cada consonante y, con ritmos instintivos, me precié de inventar un verbo poético accesible, algún día, a todos los sentidos. Me reservaba la traducción.
Fue al principio un estudio. Escribía silencios, noches, acotaba lo inexpresable. Fijaba vértigos.
Lejos de los pájaros, de los rebaños, de las aldeanas, ¿qué bebía yo, de rodillas en el brezal rodeado de tiernos bosques de avellanos, en una neblina de tarde fría y verde?
¿Qué podía beber, en este joven Oise,
- ¡olmos sin voz, césped sin flores, cielo cubierto! -beber de los odres amarillos, lejos de mi choza querida? Algún licor sudorífico.
Yo era un equívoco letrero de albergue.
- Una tempestad vino a ahuyentar el cielo. Al atardecer el agua de los bosques se perdía en las arenas vírgenes, el viento de Dios arrojaba carámbanos en las charcas; llorando, veía oro - y no pude beber.-

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