terça-feira, junho 14, 2011

Hombre de la esquina rosada



"Me quedé mirando esas cosas de toda la vida – cielo hasta decir basta, el arroyo que se emperraba solo ahí abajo, un caballo dormido, el callejón de tierra, los hornos – y pensé que yo era apenas otro yuyo de esas orillas, criado entre las flores de sapo y las osamentas. Qué iba a salir de esa basura sino nossotros, gritones pero blandos para el castigo, boca y atropellada no más? Sentí después que no, que el barrio cuanto más aporriao, más obligación de ser guapo. Basura? La milonga déle loquiar, y déle bochinchar en las casas, y traía olor a madreselvas el viento. Linda al ñudo la noche. Había de estrellas como para marearse mirandolas, unas encima de otras. Yo forcejiaba por sentir que a mí no me representaba nada el asunto, pero la cobardía de Rosendo y el corage insufrible del forastero no me querian dejar. Hasta de una mujer esa noche se había podido aviar el hombre alto. Para esa y para muchas, pensé, y talvez para todas, porque la Lujanera era cosa seria. Sabe Dios qué lado agarraron. Muy lejos no podían estar. A lo mejor ya se estaban empleando los dos, en cualesquier cuneta."

BORGES

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